lunes, 25 de enero de 2010

Mi segunda obra de teatro escolar

Un día en la vida de los Mayas


Texto: Walton Beltrán Uyevic


Escena 1

(La escenografía representa al lado izquierdo una casa de paja y barro, siguiendo hacia la derecha una plantación de choclos y árboles, tras los cuales se aprecia un templo escalonado y unos cerros. El escenario muestra frente a la casa un fogón, a su lado un telar, una piedra para moler maíz y una carpeta).

RELATOR: Bajo el fuerte sol de la Península del Yucatán, en lo que hoy es Méjico, Guatemala, Honduras, Belice y El Salvador, las pirámides escalonadas y los grandes templos de piedra caliza y jade, se alzaban imponentes por sobre la tupida selva. En los obscuros palacios de estrechas puertas y ventanas, vivían unos pocos sacerdotes y gobernantes. Afuera, la selva mostraba árboles inmensos, como gigantescos centinelas, que rodeaban el lugar. Las modestas chozas de los miles de campesinos bordeaban los centros ceremoniales. A través de sus paredes de palos entretejidos con cañas y barro, se veía el resplandor de la luz rojiza de las brasas. Allí, temprano en la mañana, padre e hijo, vestidos con sus taparrabos, su manta y sus sandalias, salían a trabajar al campo.

HIJO: -Dime padre, ¿estás seguro que esta vez lograremos una buena cosecha?

PADRE: -Eso no lo sabe nadie, hijo, sino los dioses. (Indicando el fondo de la escenografía) Ya han pasado tres temporadas de cosechas pobres y he ofrecido la sangre de mis dedos, de mis orejas y mis mejillas al dios Ah Mun, que nos ofrece el maíz, y al dios Chac, que nos entrega la lluvia.

HIJO: -Y ¿qué haremos, entonces, padre?

PADRE: -Pediremos que, en esta oportunidad, nuestro gobernante ofrezca su sangre.

HIJO: -¿Y si eso no resulta?

PADRE: -(Mostrando su pecho y simulando que se lo abre) Entonces un joven y valiente guerrero o cazador deberá sacrificarse para obtener la benevolencia del dios Ah Mun.

SEMBRADOR: -Mientras tanto, tú deberás seguir cumpliendo con tu deber. Los niños deben ayudar en las milpas a espantar los pájaros y deben ayudar a sembrar el maíz, como lo haces ahora.

HIJO: -Papá me puso las vestimentas hace dos años y ahora puedo ayudarlo para cultivar nuestro alimento.

SEMBRADOR: -Debes evitar que los pájaros se coman los granos. Espantarlos solamente, nunca matarlos, porque son dioses menores.

HIJO: -Sí, porque el gran dios de dioses es Kukulkán, la serpiente emplumada.

SEMBRADOR: -Mañana, según escuché, iremos a quemar la selva para poder sembrar más maíz.

PADRE: -¿Y de qué servirá eso?, lo que nos falta es el favor de Chac, el dios de la lluvia.

SEMBRADOR: -Ya no podemos conseguir ni siquiera buen cacao. Nuestras tierras no son buenas, por eso tenemos que seguir quemando la selva, para conseguir más tierras de cultivo.

HIJO: -¿O sea que cuantas más milpas tengamos, podremos cultivar más maíz?

SEMBRADOR: -Esa es la forma que tenemos para asegurarnos el alimento.



RELATOR: El aleteo de los coloridos pájaros y los chillidos de los monos ya habían anunciado la llegada del sol. Entonces las madres y sus hijas se dedicaban a moler el maíz, limpiar los porotos y darle de comer a los pavos. La madre prepararía el guisado de porotos, tomates y carne de mono o peces, para cuando los hombres regresaran del campo. Otras mujeres tejían mantas y canastos, mientras conversaban.

MUJER 1: -(Mostrando la criatura de brazos) Ayer mi hijo cumplió cinco días de vida y le pusimos las tablas en su frente y en su nuca para embellecerlo. El sacerdote le puso el nombre del día en que nació y su padre le puso el otro nombre, por eso tiene dos nombres.

MUJER 2: -(Apuntándose a los ojos con los dos dedos abiertos) ¿Y los ojos?

MUJER 1: -No, los ojos, todavía no. Tendremos que esperar a que cumpla tres años para colgarle la perla y embellecerlo más aún. Pero, cuéntame tú de tu hija, ¿ya la cubrieron?

MUJER 2: -(Mostrándola a la Mujer 1 y al público) Sí, nuestra hija ya tiene más de tres años. Por eso ya lleva el accesorio rojo que cubre su entrepierna. Es de nácar.

MUJER 1: -La llevará por muchos años…
MUJER 2: -Sí, hasta que lleguen los indicios de que ya se ha convertido en toda una mujer y pueda ser madre como nosotras.

CANASTERA 1: -Esto se está poniendo muy feo, la sequía que nos afecta desde hace unos tres años está afectando nuestros campos.

CANASTERA 2: -Es verdad, ya prácticamente no encontramos la hierba con la que hacer nuestros canastos.

CANASTERA 1: -Los campos cada vez están más pobres, si esto sigue así no habrá para alimentar a toda la gente de la ciudad.

CANASTERA 2: -Tienes razón, de hecho hay muchas personas que ya están yéndose al interior de la selva…

TEJEDORA: -¿Están abandonando las ciudades sagradas?

CANASTERA 1: -Sí, cuentan que en la ciudad de Copán, el pueblo se rebeló, porque su sacerdote, el Señor de Copán no consiguió los favores de los dioses.

TEJEDORA: -Pero, había hecho las ofrendas…

CANASTERA 2: -Por cierto que sí, había derramado su propia sangre y como eso falló se sacrificaron más de 200 prisioneros y hasta jóvenes y vírgenes del pueblo.

MUJER CON LEÑA 1: -Eso fue terrible, el pueblo se levantó contra su señor…

MUJER CON LEÑA 2: Bien hecho, porque su deber era proteger a su pueblo consiguiendo los favores de Kukulkán, la serpiente emplumada.

MUJER 1: -Por suerte en las tierras del Yucatán no hace frío.

MUJER 2: -Pero es una lástima que las lluvias no se dejen caer… nuestros campos están secos.

TEJEDORA: -Eso es triste, y se puede repetir aquí, porque… mírenme a mí, apenas he conseguido un poco de algodón para tejer algo de ropa.

MOLEDORA 1: -Míranos a nosotras, cada vez con menos mazorcas. Cada día tenemos menos para moler.

MOLEDORA 2: -Cada vez hay que caminar más. Las milpas de maíz están cada vez más lejanas.

MOLEDORA 1: -Esta piedra se está quedando muda, cada vez escuchamos menos el ruido seco cuando se rompe el grano para convertirlo en harina.

MOLEDORA 2: -Si no fuera por ello, no podríamos asegurar nuestro alimento durante los meses de invierno.

MOLEDORA 1: -De verdad el maíz está escaseando, así como el ají y el tomate.

MUJER CON LEÑA 1: -Hasta el comercio con otras ciudades ha mermado. Cada vez comerciamos menos.

MUJER CON LEÑA 2: -Ya no tenemos muchas semillas de cacao, ni navajuelas volcánicas.

MUJER CON LEÑA 1: -Ya no nos queda mucho, algo importante habrá que hacer…

RELATOR: (el padre castiga a su hijo a la par de la descripción del relator) Los mayas estaban acostumbrados y preparados para el dolor. Por eso las madres castigaban a sus hijas clavándoles las manos y otras partes del cuerpo con largas espinas de arbustos. Sin embargo, cuando los hijos desobedecían, eran atadas sus manos a la espalda y el padre los tomaba y los ponía sobre el fuego, en donde echaba varios ajíes secos, para que respirara el humo picante que hacía arder sus pulmones y sus ojos. Así, el pequeño se haría cada vez más resistente al dolor y su valentía estaría garantizada. Mientras estos castigos sucedían las madres continuaban sus atareados días.


MUJER 1: -A mí el sacerdote casamentero me encontró marido a los 14 años. Tuve suerte, porque mi esposo es muy considerado.

MUJER 2: -A mí el casamentero me encontró esposo cuando tenía 13 años y también tuve mucha suerte. A tu hijo le quedan muchas fiestas.

MUJER 1: -Sí, la tradición dice que se hará una fiesta cuando deje la teta y pruebe su primer bocado; otra cuando dé sus primeros pasos; otra cuando diga sus primeras palabras y otra cuando reciba su primer corte de cabello.

MUJER 2: -(Haciendo el gesto con su dedo sobre la frente) Hasta que a los tres años le cuelguen una piedrecita que usará durante toda su infancia.

MUJER 1: -Sí, para que se vuelva turnio y sea más bello. El sacerdote se la sacará después.

MUJER 2: -Pero la última fiesta será la de Caputzihil.

MUJER 1: -Ciertamente, Caputzihil indica que los jóvenes y las jovencitas de entre 12 y 14 años ya entran a la vida adulta y se pueden casar.

COCINERA 1: -¿Cómo marcha la preparación de la comida? Espero que bien, porque realmente ha costado conseguir vegetales y frutas.

COCINERA 2: -Verdaderamente, está costando mucho conseguir el alimento. Nuestros dioses nos están dando la espalda, habrá que hacer algo importante.

COCINERA 1: -Ya llevamos tres años de sequía. Nuestros hijos están sufriendo hambre y esto a nosotras las mujeres nos provoca mucho dolor.

COCINERA 2: -Y eso que han sido sacrificados tres de nuestros hijos, lanzándolos a los cenotes.

COCINERA 1: -Sí, se ahogaron para ir al encuentro de los dioses del inframundo y pedirles que no nos perjudiquen.

COCINERA 2: -Eran niños tan saludables.

COCINERA 1: -Sí, ahora son seres especiales. Protectores de nuestras familias y de nuestro pueblo.


RELATOR: Las jovencitas seguirían viviendo con sus padres y madres, aprendiendo y realizando todo tipo de labores de casa. Sin embargo, los varones tenían que salir de casa e irse a vivir a una choza de jóvenes, donde se perfeccionarían en el aprendizaje de algún oficio, así como en los deberes religiosos que habían empezado a aprender desde niños en la casa paterna. Vivirían allí hasta los 20 años, cuando su padre y el sacerdote casamentero le encontraran una esposa. Oraría y ayunaría periódicamente. Aprendería a hacer ofrendas de incienso, animales y comida. También de su propia sangre extraída de sus orejas, dedos y otras partes del cuerpo. Desde niño le habían enseñado a soportar el dolor y el significado del sacrificio.


PADRE: -(Mientras sigue plantando) Yo he ofrecido mi sangre en cada oportunidad en que he sembrado el maíz, pero tengo miedo que las cosechas de esta temporada sean tan malas como las de la temporada pasada.

SEMBRADOR: -(Apuntando hacia un extremo del escenario) Pero, miren quien viene llegado.

Todos: (al unísono, mientras se rinden a sus pies) ¡Es nuestro gobernante!, ¡Larga vida a nuestro gobernante!, ¡Que Kukulkán te proteja!

SEMBRADOR: -Señor, te pedimos que esta vez tú ofrezcas tu sangre para lograr el beneplácito de Ah Mun.

SEÑOR: -No se preocupen, justamente a eso hemos venido. Para ofrecer nuestra sangre en sacrificio. Hemos venido a alimentar a los dioses, y especialmente al dios Ah Mun, señor del maíz.

SACERDOTE: -Ooohhh, Ah Mun, señor del maíz. Míranos. Mira a tus hijos, mira a tus siervos que esperan tu ayuda. (Realiza algunas invocaciones, gesticulando sobre distintos sectores del escenario). (Dirigiéndose al gobernante) –Mi señor, ¿cuál es la sangre que ofrecerás a nuestros dioses? ¿Serán tus dedos, o tus brazos?

SEÑOR: -No, esta vez será la sangre de mis orejas.

SACERDOTE: -(Corta con un cuchillo una de las orejas del Señor, la que comienza a sangrar, recibiendo la sangre en un pocillo de greda. El sacerdote se pone de pie y hecha las cortezas de árbol ensangrentadas del recipiente sobre el fogón) Oh, Ah Mun, recibe esta sangre preciada. Líquido de la vida. ¡Aliméntate y ten fuerzas para hacer germinar el maíz!, Oh, Ah Mun, ¡aliméntanos!


RELATOR: Así transcurría la vida de los mayas, una vida llena de símbolos y sacrificios. Una vida en que se encaraba el dolor hasta las últimas consecuencias, la del sacrificio humano…



Escena 2

(La escenografía muestra un templo de piedra en la cúspide de una pirámide escalonada. A lo lejos se aprecian otras pirámides y los cerros y la selva del Yucatán. En medio del escenario, una mesa de piedra para el sacrificio humano, detrás de la cual se encuentra el sacerdote con sus dos asesores).


RELATOR: -En las piedras de los templos, se había escrito la sabiduría sobre el movimiento de las estrellas y cómo contar los días. Sólo los sacerdotes sabían leer, por lo que tenían gran poder sobre el pueblo y su futuro. De ellos dependía la relación que se tendría con los dioses. Por ello, los sacerdotes eran las figuras principales en los sacrificios humanos, último recurso para encantar a los dioses y encontrar su beneplácito. En estos momentos el pueblo está preocupado por la sequía, y mientras la mitad del pueblo está en el cenote, que es una profunda abertura en la tierra donde asoma un manantial, donde otro sacerdote-serpiente lanzará a un joven para que se ahogue en sus aguas y encontrar el beneplácito del dios de la lluvia, la otra mitad del pueblo observa el sacrificio humano en la cima de la pirámide…


SACERDOTE: -Kukulcán, señor de los cielos y de la luz, soporte del mundo y de todos cuantos vivimos en él, asómate al borde del cielo que sostienen los Bacabes en los cuatro puntos de la tierra. Míranos y ten misericordia de nosotros.

(Entran las sacerdotisas trayendo en sus manos bandejas con ofrendas de flores, frutos, animales e inciensos. Lentamente llegan a la cima de la pirámide)

TODAS:-Señor de los cielos. Kukulkán, recibe nuestras ofrendas. Te las entregamos gustosos y esperamos de ti tu benevolencia. Danos nuestro bienestar.

SACERDOTISA 1: -Mi señor del maíz, Ah Mun, nuestras milpas esperan tu visita. Tu sierva Aremi Pak te ofrece estas maravillosas flores. Te traen el mejor aroma de Tikal.

SACERDOTISA 2: -Ah Mun, aquí está tu sierva Pache Linal, de los huertos maravillosos de Bonampak te he traído estos deliciosos y frescos frutos. Ojalá te alimenten bien.

SACERDOTISA 3: -Mi señor Ah Mun, señor del maíz. Tu sierva, Misel Taoni, te ofrece los aromáticos inciensos que surgen de los jardines y los templos de Chichen Itzá.

TODAS: (Levantando sus ofrendas) –Oh, Ah Mun, recibe estas ofrendas y tennos consideración. Protege a tu pueblo que te ama. Alimenta a tus hijos, alimenta a tu pueblo.

(Las sacerdotisas bajan la pirámide y se retiran, quedándose en tres lugares, junto a los demás miembros del pueblo)

SEÑOR: -Ya he ofrecido la roja y noble sangre que corre por mis venas. Yo, su señor Cobán Pakula, he cumplido de acuerdo a mis posibilidades. Nunca he dejado de entregar las ofrendas a nuestros dioses. Siempre que se ha requerido, mi sangre ha estado dispuesta para ser ofrendada.

SACERDOTE: -Estamos aquí nuevamente para atender tus necesidades. Estamos aquí esta noche, para entregarte el corazón de un valiente. Recíbelo, junto al incienso, aves, frutos y flores que te hemos traído desde distintos lugares de la selva.

ASESOR 1: -Esta vez será el corazón de un noble y valiente cazador.

ASESOR 2: -En estos momentos está llegando, después de subir más de 300 peldaños.

GUERRERO 1: -Hemos tenido el gran honor de acompañar a este noble cazador.

GUERRERO 2: -Él entregará su vida para lograr la buena voluntad de Kukulkán.

GUERRERO 1: -Le dará honor a toda su familia y permitirá que nosotros sigamos viviendo. Por esto yo ya lo considero un héroe.

GUERRERO 2: -Claro, porque ahora estás frente a uno de nosotros que será dentro de poco un dios.

ASESOR 1: -El pueblo está expectante allá abajo. El pueblo espera que nuestros sacrificios rindan sus frutos.

ASESOR 2: -Sí, todos quieren que el sacrificio se realice pronto y que Kukulkán sea benigno con nuestro pueblo.

ASESOR 1: -Este cazador viene subiendo feliz a cumplir su noble misión.

ASESOR 2: -Se reunirá con los dioses, al regalar su sangre a Kukulkán.

(El sacerdote se acerca al borde de la pirámide, alzando su voz)

SACERDOTE: -¡Silencio! ¡Necesitamos respeto para esta ofrenda! El corazón noble de un joven cazador será nuestro regalo a Kukulkán.
(Declamando en el borde de la pirámide al pueblo que está abajo)

CAZADOR: -Estoy feliz en estos momentos. Porque también haré felices a mis padres, los que se sentirán orgullosos del sacrificio de su hijo, para buscar la seguridad de todo el pueblo.

SACERDOTE: -Estarás en la memoria de nuestro pueblo para siempre, y en compañía de Kukulkán para protegernos, serás más que cada uno de nosotros juntos.

CAZADOR: -(Mientras es conducido hasta el altar de sacrificio por dos soldados) -Observo las estrellas del firmamento y éstas me llaman a su encuentro. ¡Qué feliz soy!

SACERDOTE: -(Levantando los brazos y el cuchillo al cielo) Oh, Kukulkán, recibe el corazón noble de este joven y limpio cazador.

ASESORES: -(Se ponen por delante del altar de sacrificio y extienden sus capas) ¡Recíbelo Kukulkán, recíbelo!

CAZADOR: -(lanza un tremendo grito de dolor, mientras se agita su cuerpo, el que es sujetado por los soldados) ¡Aaaahhhhhhhh!

(Los asesores se retiran, dejando ver el cuadro)

SACERDOTE: -(Levantando el corazón del cazador y ofreciéndolo al cielo) Toma, Kukulkán, aliméntate de este corazón noble y puro, bebe su sangre. Aliméntate y protégenos. Haz que mañana se ilumine el día y que los campos entreguen el maíz para alimentarnos (Permanece con los brazos en alto, mientras le escurre la sangre).


RELATOR:- Se ha consumado el sacrificio y el pueblo maya está tranquilo. Se ha hecho lo que se debía hacer y el mundo continuará existiendo tal como es. Para los mayas la Tierra seguirá siendo cargada por un gigantesco monstruo, parecido a un cocodrilo, que flota sobre el agua. La Tierra es plana y tiene cuatro partes. Debajo de ella está el inframundo, donde vive Ah Puch, el dios de la muerte. Los cielos están sostenidos por los Bacabes, que son los dioses de los cuatro puntos cardinales. En medio, el mundo terrestre, el más difícil, donde deben vivir día a día los hijos del hombre de maíz.



(Cierre del telón)

No hay comentarios:

Publicar un comentario